Érase una vez, no dos veces, ni
tres veces, sino una sola vez y
nunca más una reina que
adelgazaba… demasiado. El rey
se asustó y sus médicos
recetaron mil remedios, pero la
reina moría. El rey vio a la
mujer, feliz, del jardinero y le
preguntó el porqué. «Le doy la
carne más barata, mi rey, la de
lengua». Entonces el rey dio a
probar a la reina lenguas de
raros animales, pero ella seguía
muriendo. Desesperado, ordenó
al jardinero que se llevara a la
reina con él y le diera de la
carne milagrosa. Y la reina se
curó. El rey, emocionado, pidió
al siervo una explicación: «Le di
carne de lengua señor: la dejé
hablar y escuché».
Weissmann, Hilda. En el prólogo de Mi escuela sabe a naranja. Estar y ser en ela escuela infantil de Mari Carmen Díez Navarro, Barcelona, Graó, 2010 (4ª reimpresión), pág. 12.
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